Homilías: Oveja en el rebaño del Pastor - Domingo 4º Pascua (B)





P. José R. Martínez Galdeano S.J.

Lecturas: Hch 4,8-12;S.117; 1Jn 3,1-2; Jn 10,11-18


Seguimos en este tiempo pascual con perícopas (fragmentos evangélicos) que siguen proponiendo a la Iglesia como continuadora de la obra de Cristo y fundada por él, y al mismo Cristo resucitado como presente y actuante en ella.

Hoy Jesús insiste en presentarse como el Pastor, el pastor bueno, y el rebaño representa a la Iglesia. Cuando Jesús propone estas ideas, es, probablemente, unas semanas antes de su muerte; pero, cuando Juan las recuerda y escribe, es 60 años después y Jesús ya ha dado su vida por las ovejas y muchos oyeron y oyen su voz y forman parte de su rebaño, pero es necesario todavía que otras muchas se conviertan y lo hagan. Porque no debe haber más que “un solo rebaño y un solo pastor”.

Todos ustedes entienden que Jesús habla aquí de su Iglesia. “Un solo rebaño, un solo pastor”. No hay más que un pastor legítimo: el que ha dado su vida por las ovejas. Ya lo hemos visto y comentado en muchos textos de la revelación. Pertenece a la fe la verdad de que Cristo ha muerto por nuestros pecados, porque nos amó hasta el extremo. Ninguna otra fe, que no sea la fe en Cristo, nos puede librar de nuestros pecados. No hay otro salvador, no hay otra piedra angular posible que Él.

Pero tampoco hay varios rebaños. Un solo rebaño, el suyo. Es decir el que tiene su origen en él, sin que esa continuidad se haya roto. Él encomendó su rebaño a Pedro (“apacienta mis corderos y ovejas”), de Pedro pasó a su sucesor, de éste al siguiente y así hasta hoy y hasta el final: “sobre esta piedra (sobre Pedro) edificaré mi Iglesia y las puertas del Infierno no podrán contra ella” (Mt 16,18) y “sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt.28,20). Toda otra iglesia, inventada después, no es la fundada por Cristo, ni es la que salva. Y como sólo hay una Iglesia de Cristo y Cristo es la verdad, y esa Verdad ha encomendado a su Iglesia predicarla a todo el mundo, y su aceptación es condición necesaria de salvación eterna, y Cristo garantiza que llevará a cabo debidamente su misión, todo ello muestra que esa Iglesia es infalible, que tiene la verdad salvadora como la tiene Cristo, que Cristo no permitirá que la Iglesia se equivoque cuando afirme como cierto que algo pertenece al mensaje de Cristo. La Iglesia, cuyo origen es Cristo, no se puede equivocar en cosas de fe. Podemos estar tranquilos los católicos cuando la Iglesia nos propone creer o hacer algo para nuestra salvación: apoyados en la infalibilidad de la Iglesia también nosotros somos infalibles.

Jesús es el buen pastor. No es el asalariado. Le importan las ovejas. Como le importan también al Padre y le ha mandado dar la vida por ellas y Él la ha dado con gusto, “porque le importan las ovejas”, le importamos cada uno, le importas tú. Por eso tenemos que tener una confianza infinita en Él. Ha muerto, estaría dispuesto a morir más veces por nosotros. “Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!”(Ro 5,10). Para no pocos es ésta una razón bien consoladora: Vivieron tiempo en el pecado. Sin embargo Dios no dejó de amarles y murió en la cruz por su salvación. Con razón deben esperar sin miedo que ahorita, cuando se esfuerzan en la oración, la penitencia, la limosna y las obras de caridad, Dios Padre y su Hijo no le van a escatimar los medios necesarios para perseverar en gracia y liberarse definitivamente del pecado, sino que, al revés, se los darán con más abundancia.

Y dice el buen Pastor que: “conozco mis ovejas y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre”. La oveja en el rebaño conoce muy bien la voz del pastor. La oveja, que escucha la voz del pastor y se alimenta de los pastos que le ofrece, por la presencia y acción del Espíritu Santo en su alma (que ya explicaremos otro día) llega casi por olfato a darse cuenta de que ciertos alimentos que los asalariados le animan a comer son veneno, porque conoce a su buen Pastor. Nuestro buen Pastor nos alimenta de humildad, fe, caridad, sinceridad, pureza y toda clase de virtudes, y de la paz que se sigue de ellas, y de llevar la cruz; mientras que todo lo que sea soberbia, prepotencia, venganza, ambición, ser el primero, no depender de nadie ni de Dios sino tener a todos por debajo, todo eso no es de Dios ni es su lenguaje. Él y el Padre se conocen muy bien.

Una vez más el hilo del discurso nos han llevado a ver la importancia de conocer a nuestro Pastor, de distinguir su voz. No se cansen, hermanos, de conocer a su Pastor, de conocer al Padre, al Hijo y al Espíritu, de leer las Escrituras, la palabra de la Iglesia (que también es voz del Pastor), la enseñanza de la Iglesia. Hay que conocer bien la voz del Pastor bueno para seguirla sin desviaciones.

Porque hay peligro de equivocarse. Hay asalariados, que van a lo suyo, que persiguen intereses propios y ventajas, y que mienten, que engañan. Hoy también. Cuidado, las ovejas no deben escucharles. No hay que seguirles si suenan diferentes a la voz de Jesús: “Yo te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes y se las has revelado a los pequeños. Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”(Mt 11,25.29), y que no siguen el consejo de San Pablo: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo. El cual, siendo Dios, no alardeó de ser su igual, sino que se despojó de sí mismo, tomando la condición de siervo, y fue semejante a cualquier hombre y, humillándose a sí mismo, obedeció hasta la muerte y muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre” (Flp 2,5-11).

Por fin una palabra, que no hemos de olvidar: “Tengo, además otras ovejas que no son de este redil”. Unas las conocemos, viven con nosotros, tal vez pertenecen a nuestras amistades y familia, pero se perdieron, abandonaron el redil, renegaron del Pastor; otras están lejos; pero en conjunto todas son millones. “También a éstas las tengo que traer”. “¡Ay de nosotros si no evangelizamos!” (cfr. 1Cor 9,16). Hagamos el esfuerzo, oremos, ofrezcamos sacrificios, procuremos hablarles de la bondad del Pastor con nuestra vida y hasta con la palabra. No olvidemos que Santa Teresa de Lisieux es patrona de las misiones por la oración y sacrificios por los misioneros. Porque “también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo Pastor”. No lo duden, es palabra del Señor. Sus oraciones serán escuchadas y la voz del Pastor será escuchada por muchas de ellas. No dejen de pedir por las almas de pecadores y agonizantes. Son oraciones eficaces como lo prueban hechos de Santa Faustina Kowalska y Teresa de Jesús: “Hija mía –manifestó Jesús a Santa Faustina– con la oración y el sacrificio salvarás más almas que un misionero con sólo a través de predicación y sermones”. Hagámoslo siempre, pero especialmente nos animemos en este mes de mayo, dedicado especialmente a nuestra Madre, Madre también de esas ovejas perdidas.






Voz de audio: Guillermo Eduardo Mendoza Hernández.
Legión de María - Parroquia San Pedro, Lima. 
Agradecemos a Guillermo por su colaboración.

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P. José Ramón Martínez Galdeano, jesuita
Director fundador del blog


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